Tengo la certeza de que algo pasará. Pero tener la certeza no quiere decir que vaya a pasar algo (in)seguro.
Algo pasará, sí; pero, ¿quién sabe si será algo bueno o malo? Sólo podremos estar seguros cuando llegue el momento y pase de verdad; no el momento, sino ese algo. Ese algo que inquieta, que da fuerzas para seguir, para continuar en el camino ya emprendido. Ese algo que es el propio tiempo.
Sí. Estoy segura. Ese tiempo que muchos dicen que todo lo cura. Ese tiempo que otros tantos afirman que hace olvidar lo malo y recordar lo bueno. Sí. Exacto. Ese mismo tiempo al que muchos de nosotros tememos.
El tiempo que perdemos, el tiempo que invertimos, el tiempo que queremos, que amamos, que echamos de menos. El tiempo imparable. El que nos hace crecer como personas (o no). Sí, ese tiempo que pasa delante de nuestras narices como si nada. El tiempo que nos da, que nos quita...
¿De verdad pasará algo? Sí. Pasará el tiempo; ése que no suele retornar.
Tememos porque tenemos la costumbre de querer aferrarnos al tiempo en lugar de dejarlo pasar y movernos con él. No podemos apresar el tiempo, ergo nos frustramos, sufrimos y sentimos que se nos va la vida. Efectivamente, la vida se nos va yendo, pero no tiene por qué ser un problema; lo que nos pasa no tiene por qué ser bueno o malo, simplemente es. Si dejáramos que las cosas fueran como son sin pretender modificarlas o juzgarlas, seguro que seríamos mucho más felices.
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