Hace exactamente dos días, me encontraba en la cocina de mi casa preparando la cena. Es algo habitual cuando anochece. Normalmente, suelo hablar con mis padres mientras recorro el habitáculo culinario, abriendo y cerrando la nevera. Pero esa noche, decidida a hacer algo distinto, agarré el mando y pulsé el botón de "encender". El primer canal que salió de entre ese cúmulo de luces llamado "televisión" fue la TVE. «¡Qué aburrimiento!», pensé; e inmediatamente comencé a hacer lo que ahora se conoce como "zapear".
Canal por canal, programa por programa, fui vislumbrando lo que ofrecían las diferentes cadenas. De esa manera, llegué a Antena 3, una de mis favoritas, y a partir de ese momento, «la mejor», dije. Estaban haciendo una película sobre Lope de Vega, uno de los mejores dramaturgos, por no decir mi favorito, que han tenido las letras hispanas.
Desde ese momento, me embobé con la «caja tonta», mientras que mi madre y yo hacíamos comentarios sobre lo que veíamos y lo que queríamos observar. Esperábamos algo que se ajustase más a la vida teatral de Lope; la única vida que le dio la fama con la que ahora se le conoce. Lo demás es secundario, o pseudosecundario.
Pude comprobar con gran lástima que el largometraje no se centraba en lo que yo en un primer momento esperaba como Filóloga Hispánica: sus comedias. Sólo narraba los amores de Lope, dando una visión un tanto picante de los mismos, dejando a un lado lo que le hizo famoso [o eso es lo que a mí me dio a entender]. Esto hizo que mi atención no estuviese más de 15 minutos sobre la pantalla. Comencé a notar que mis ojos se cerraban, y con gran lástima y decepción apagué el televisor. Me fui a leer El perro del hortelano, de este mismo autor.
Teodoro. No he podido sosegar.
Tristán. Y aun es con mucha razón; / que ha de ser tu perdición / si lo llega a averiguar. / Díjete que la dejaras / acostar, y no quisiste.
Teodoro. Nunca el amor se resiste.
Tristán. Tiras, pero no reparas.
Teodoro. Los diestros lo hacen ansí.
Tristán. Bien sé yo que si lo fueras / el peligro conocieras.
Teodoro. ¿Si me conoció?
Tristán. No y sí, / que no conoció quién eras, / y sospecha le quedó.
El perro del hortelano, de Lope de Vega.
Mientras iba leyendo esta magnífica obra, pensaba para mis adentros que ojalá alguien diese más importancia a las letras que a los amores; aunque en la sociedad en la que vivimos, donde la cultura es saber «quién se acuesta con quién», es algo muy difícil.
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