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jueves, 6 de noviembre de 2014

Una reflexión práctica sobre las teorías de la educación

      A lo largo de este comentario de texto, haré una comparación acerca de las adaptaciones teórico-prácticas en la educación impartida a adolescentes. Para ello, tomaré como referencia los textos Psicología evolutiva, Ausubel y Hanesian (1990), Psicología evolutiva, A. E. Woolfolk (2006); así como el texto de Rivas.
            «¿La buena enseñanza es una ciencia o un arte, una disertación centrada en el profesor o un descubrimiento centrado en el estudiante […] Un buen profesor es un buen explicador o un buen interrogador?»[1] Todas estas preguntas las plantea Woolfolk en Psicología evolutiva (2006), pero  se las han ido haciendo, tanto psicólogos como profesionales de la enseñanza, dando diferentes versiones sobre la misma.
La definición de educación y el cómo aplicarla es algo complicado teniendo en cuenta, por ejemplo, estos factores:
En campos como el de la educación, el problema de la generalidad es todavía más complicado por el hecho de que los problemas prácticos a menudo existen a niveles de complejidad más elevados con respecto al orden de la fenomenología involucrada, que los hallazgos de las ciencias básicas que se pretenden aplicar […] y los métodos de aprendizaje que los niños emplean para aprender por repetición listas de sílabas sin sentido en el laboratorio no corresponden necesariamente a los métodos de aprendizaje que los niños utilizan en las aulas para adquirir partes importantes de la materia de estudio.[2]

            Según Ausubel, el aprendizaje es una capacidad de recepción que tiene el sujeto para la asimilación de un nuevo material. Su contenido está bien organizado: en secuencias, y con unas conclusiones. El conocimiento se adquiere a través del lenguaje[3]. En su teoría, el aprendizaje se basa en lo general, pasando posteriormente a lo específico: «A nivel aplicado, se agregan fines y condiciones específicos que reclaman más investigaciones para indicar la manera precisa como operan las leyes generales en el caso particular. Esto es, la aplicabilidad de los principios generales específicos no está dada en el enunciado del principio general, sino que debe hacerse explícita con respecto a cada problema individual.»[4].
            Por el contrario, Rivas afirma que:
La Psicología de la Educación (PE) tradicionalmente ha tratado de lo particular de la Situación Educativa, haciéndola equivalente a la aplicación de conocimientos psicológicos y pedagógicos, o también definida como la práctica educativa. La forma de descender a esa práctica ha sido deductiva: de la teoría a la práctica; del conocimiento general al particular. Pero las teorías y principios generales no vienen directamente de la propia Psicología de la Educación, sino de otras áreas (Psicología General, Personalidad, Diferencial, Social, etc.). De esa manera, la SE es el escenario donde se vierten las aportaciones y principios que vienen de otras áreas de conocimiento, y que se toman para explicar y mejorar lo que acontece en el proceso E/A.[5]

Es decir, se basa en un proceso inductivo por parte del sujeto; ir de lo concreto a lo general: «La propuesta viene del convencimiento de que una metodología inductiva puede plantearse como una alternativa en la construcción del conocimiento científico que necesita la Psicología de la Educación. Con las cautelas que sean precisas, con los esfuerzos y el tiempo por delante, entiendo que se trata de adecuar lo que las ciencias han hecho en su génesis.»[6]
El paso de la teoría a la práctica se fundamenta, según este libro, en «retroalimentar las tres instancias de conocimiento»:
Trabaja con la realidad en la que tiene lugar la educación escolar, la Situación Educativa, y de esa realidad es necesario obtener datos, lo que conlleva la existencia de un adecuado marco de fundamentación teórica y una metodología que respete la idiosincrasia de los datos, se aplique a una realidad acotada como práctica. La información así obtenida puede ser capaz de retroalimentar las tres instancias de conocimiento: la teoría, la metodología y la práctica. [7]

Por otra parte, según Woolfolk, «los psicólogos llevan estudiando la manera en el que los niños piensan y sienten, cómo ocurre el aprendizaje, qué aspectos influyen en la motivación y cómo la enseñanza afecta al aprendizaje.»[8].
Siguiendo estas pautas, obtenemos dos puntos de vista acerca de la manera de transmitir los conocimientos. Por una parte «un profesor eficaz revisa, explica, verifica la comprensión y, en caso necesario, vuelve a enseñar manteniendo siempre el nivel de dificultad y el ritmo de la forma correcta, para lograr que los estudiantes continúen aprendiendo»[9]. Por otra parte, sin embargo, «otros educadores consideran que la característica principal de un profesor excelente no es la capacidad de aplicar teorías, sino la habilidad de ser reflexivo […] Así, la enseñanza es tan compleja que debe reinventarse con cada nuevo tema y cada nueva clase. Los buenos profesores no son “sabios en la tribuna” que arrojan conocimientos, sino “guías-compañeros de sus alumnos”.»[10].
Teniendo en cuenta todas estas hipótesis acerca del paso de la teoría a la práctica, ¿cuál sería el método más adecuado para obtener mayores resultados, y con mejor calidad? En mi opinión, todo método es bueno, siempre que se sepa utilizar bien.




[1] Woolfolk, A. E., Psicología Educativa, Madrid, Pearson Eduaction, 2006, pág. 7.
[2] Ausbel, D., Novak, J. y Hanesian, H., Psicología Educativa. Un punto de vista cognoscitivo, México, Trillas, 1990, pág. 30.
[3] Éste puede ser escrito, kinésico, oral…
[4] Ausbel, D., Novak, J. y Hanesiand, H., op. cit., pág. 30.
[5] Rivas, F., El proceso de Enseñanza/Aprendizaje en la situación educativa, Barcelona, Ariel, 1997, pág. 84.
[6] Idem, pág., 85.
[7] Ibidem.
[8] Woolfolk, A. E., op. cit., pág. 7.
[9] Ibidem.
[10] Ibidem

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