Estoy sentada en la terraza de mi casa. Hay nubes, y, aunque hace mucho calor, tengo la sensación de que va a llover. No sé si serán las señales de una próxima 'gota fría'. Mis perros se acercan para que les acaricie y vuelven al jardín a jugar con la tierra en la que yo de pequeña jugaba. Mientras, leo un libro, dos, tres; tantos como mi capacidad de asimilación imaginativa me permite. Los voy comentando con el alter ego de mi cabeza. Vuelvo a repasar las páginas pasadas, por si algún detalle se me ha escapado, a mí, o a mi otro "yo" en la ficción. Tengo un problema serio para la ignorancia de muchos: me gusta leer. Más aún. Creo que me apasiona leer.
Leer. ¡Qué palabra tan bonita, a la vez que cargada de sentido! Leer. Creo que es lo que más hago a lo largo del día. Clásicos, bestsellers, novela histórica, romántica, de terror, suspense.
Y periódicos, sobre todo periódicos. Es necesario enterarse de lo que pasa en el mundo real. No me conformo sólo con los mundos que [me] creo. Y últimamente se han sucedido muchos acontecimientos que acaparan la atención hasta del más hipnotizado por las palabras.
Pero hay algo
que me molesta mucho de leer y es que hay muchas letras aún por descubrir, mundos todavía inexplorados, y pensamientos y críticas como personas han pasado por este universo tangible. Cada vez que entro a la biblioteca a escoger uno o dos libros (porque me leo varios a la vez) mi cabeza se siente atrapada entre la espada y la pared. Siente que no va a tener vida suficiente para disfrutar de cada una de las letras que se han escrito a lo largo de la historia. Son tantas
cosas que a los lectores empedernidos no nos da tiempo a almacenar en nuestra
cabeza que hay veces que acabamos frustrados. Y creo que así he acabado yo (si no venía así de serie, claro).
Dejo
la pregunta en el aire. No sé si alguien podrá llegar a contestarme; pero
mientras espero la respuesta, me voy a leer uno de los tantos libros que tengo
a medias. Me voy a vivir, durante el tiempo que dura mi lectura, otro
mundo y a sentir unos sentimientos que no son los míos; pero es lo que tiene
leer: VIVIR más de una vez. Quizá en una de esas “letríficas” vidas encuentre el tiempo que me hace falta para fotografiar con mi retina las grafías que forman esas bonitas palabras que los amantes de las letras llamamos escritura.
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