El Barroco, nacido a
principios del s. XVII (finales del XVI en Italia), sigue siendo la época
dorada para las diferentes artes conocidas. Desde la arquitectura, pasando por
la imaginería y llegando a la literatura, nos encontramos ante un Siglo,
llamado el de Oro, que aportó a la cultura una historia artística digna de
admirar.
Es considerada una
consecuencia de las diversas crisis que sufrió Europa, principalmente por el
Descubrimiento de América, además de los diferentes adelantos científicos como
la circulación de la sangre, por Galileo Galilei, la teoría de la gravedad de
Isaac Newton, o la confirmación de la teoría heliocéntrica por parte de
Copérnico. Todo ello facilitó que el hombre dejase atrás el concepto de
antropocentrismo y se centrase en lo estrictamente visual. Pero además de todo
esto, encontramos una larguísima producción literaria a ambos lados del
Atlántico: Calderón de la Barca, Lope de Vega, Tirso de Molina, Ruiz de
Alarcón, Sigüenza y Góngora, o Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros, son
también considerados representantes de esta época histórica, artística y
literaria.
Durante dos días,
tuve la suerte de asistir al Seminario «Pensamiento y literatura en el Barroco
en el ámbito novohispano»[1],
donde se habló de este período, centrándolo en figuras como Sigüenza y Góngora,
Ruiz de Alarcón, y sobre todo, en Sor Juana Inés de la Cruz. Pero, ¿qué es lo
literario en los textos novohispanos?
La literatura
hispanoamericana comienza con los Diarios
de abordo del almirante, y más tarde, las Relaciones
de Cortés. El modo epistolar daba cuenta de lo que se veía y se percibía,
desembocando, quizá sin querer, en relatos históricos[2]. Desde
entonces, nos hallamos con cinco siglos de una producción literaria novohispana,
que ha ido cambiando con el paso del tiempo, dando lugar a diferentes estilos.
En las primeras
manifestaciones literarias americanas no se tenían en cuenta los factores para
determinar textos literarios o no literarios; sin embargo, en la época barroca,
la Inquisición era la crítica «enterada» de la literatura novohispana. Estaba
formada por intelectuales que tenían conceptos que aplicaban, no sólo por temas
religiosos, sino por temas literarios. Las obras debían ser útiles y
deleitables. La principal misión de la Inquisición era fortalecer los dogmas de
fe, tales como la Virginidad de María, la Santísima Trinidad, y el Señor en la
Cruz. Por esta razón, había un gran trecho entre la escritura de un texto y su
difusión.
En la Península
hispánica, a pesar de que el discurso barroco se tenía como una contrarreforma,
dando voz a la interdisciplinariedad, y como una reivindicación del estilo
dogmático para solucionar el problema cismático de una España en constante evolución,
en América se dio un estilo barroco propio.
La clase criolla comenzó
a sentirse relegada en el s. XVII, ya que los puestos de poder eran siempre
ocupados por peninsulares enviados por la Corona. De ese sentimiento de inferioridad
iría surgiendo el germen de la identificación, con el único objetivo de
diferenciarse de los españoles. Se llevaría a cabo una manifestación
identitaria presente en todas las artes, pero especialmente en la literatura. La
consecuencia de este tiempo reivindicativo es una poesía de circunstancia.
Los criollos
exageraron los códigos culturales de la Península[3],
pero al mismo tiempo, e inevitablemente, las herencias prehispánicas se fueron
filtrando en las artes, dando lugar a un barroco cuya exuberancia superaba, con
mucho, al Barroco español.
Cuando se habla del
Barroco de Indias nos referimos al nuevo contexto americano. Se convierte en un
modo de expresión ideal para mostrar en la literatura la extrañeza de ese nuevo
Mundo, donde, desde su descubrimiento, se había creado una estética de lo
maravilloso.
Es muy difícil destacar
una sola figura en esta época literaria, pero destacan éstas:
-
Juan
Ruiz de Alarcón (1580?-1639), quien desempeñó todo su trabajo en España,
abriéndose camino entre los grandes dramaturgos españoles.
-
Luis
de Sandoval y Zapata (1620?-1671). Su percepción alrededor de la muerte, además
de cuestiones metafísicas y filosóficas, parecen muy interesantes para los
críticos.
-
Carlos
de Sigüenza y Góngora[4] (1645-1700)
es un ejemplo de erudición en muchos de los aspectos literarios, históricos y
filosóficos. En Alboroto y motín de los
indios de México (1692) nos muestra el constante espíritu de conservación,
de enfrentamiento al conocimiento para entender el mundo en el que se vive.
Pero,
sin duda, la figura más destacada del barroco novohispano es la de Sor Juana Inés
de la Cruz (1648?,1651?-1695). Sor Juana es una de las incógnitas de la
literatura novohispana. Su discurso puede chocar con el discurso masculino, lo
que puede desembocar en las misoginias y envidias. Esta creadora de literatura
estaba muy adelantada a su tiempo, un tiempo en el que había un retraso
literario y cultural muy fuerte.
La biografía de Sor
Juana explica mucho de su obra y se refleja en buena medida en ella. Al
acercarnos a ella, encontraremos aspectos problemáticos y se nos permitirá
acceder al sentido profundo de su obra. La interpretación está en el carácter
único de su producción.