Libro

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viernes, 10 de octubre de 2014

Tanto que leer y tan(tas) poca(s) vida(s)


Estoy sentada en la terraza de mi casa. Hay nubes, y, aunque hace mucho calor, tengo la sensación de que va a llover. No sé si serán las señales de una próxima 'gota fría'. Mis perros se acercan para que les acaricie y vuelven al jardín a jugar con la tierra en la que yo de pequeña jugaba. Mientras, leo un libro, dos, tres; tantos como mi capacidad de asimilación imaginativa me permite. Los voy comentando con el alter ego de mi cabeza. Vuelvo a repasar las páginas pasadas, por si algún detalle se me ha escapado, a mí, o a mi otro "yo" en la ficción. Tengo un problema serio para la ignorancia de muchos: me gusta leer. Más aún. Creo que me apasiona leer.

Leer. ¡Qué palabra tan bonita, a la vez que cargada de sentido! Leer. Creo que es lo que más hago a lo largo del día. Clásicos, bestsellers, novela histórica, romántica, de terror, suspense. 

Y periódicos, sobre todo periódicos. Es necesario enterarse de lo que pasa en el mundo real. No me conformo sólo con los mundos que [me] creo. Y últimamente se han sucedido muchos acontecimientos que acaparan la atención hasta del más hipnotizado por las palabras.


Pero hay algo que me molesta mucho de leer y es que hay muchas letras aún por descubrir, mundos todavía inexplorados, y pensamientos y críticas como personas han pasado por este universo tangible. Cada vez que entro a la biblioteca a escoger uno o dos libros (porque me leo varios a la vez) mi cabeza se siente atrapada entre la espada y la pared. Siente que no va a tener vida suficiente para disfrutar de cada una de las letras que se han escrito a lo largo de la historia. Son tantas cosas que a los lectores empedernidos no nos da tiempo a almacenar en nuestra cabeza que hay veces que acabamos frustrados. Y creo que así he acabado yo (si no venía así de serie, claro).


Y mi pregunta es: "¿Por qué hay tan poca vida para tantas letras impresas, y no impresas?" 


Dejo la pregunta en el aire. No sé si alguien podrá llegar a contestarme; pero mientras espero la respuesta, me voy a leer uno de los tantos libros que tengo a medias. Me voy a vivir, durante el tiempo que dura mi lectura, otro mundo y a sentir unos sentimientos que no son los míos; pero es lo que tiene leer: VIVIR más de una vez. Quizá en una de esas “letríficas” vidas encuentre el tiempo que me hace falta para fotografiar con mi retina las grafías que forman esas bonitas palabras que los amantes de las letras llamamos escritura. 

jueves, 2 de octubre de 2014

EmParra[Miento] ¿Qué es la antipoesía Parra nosotros?

Nicanor Parra ha sido, y sigue siendo, el mayor ejemplo del movimiento antipoético. Este año se conmemora el centenario de su nacimiento, y por ello el Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti (CeMaB) ha organizado, durante todo este curso académico, una serie de acontecimientos enfocados a la cultura chilena.

Hoy he tenido la suerte de asistir a la conferencia titulada «Hay Parra parra rato», impartida por la profesora María Nieves Alonso, y el profesor Mario Rodríguez. Ambos han hecho un recorrido crítico por la vida literaria del antipoeta por excelencia.







En primer lugar, María Nieves Alonso ha afirmado que, al igual que la «antipoesía» pretendía bajar a los poetas del Olimpo, los críticos de la misma tienen obsesión por que ellos mismos bajen del hogar de los dioses. Las creaciones antipoéticas del escritor chileno sufren un proceso de desacralización del poeta; y por ello en el poeta vemos un paralelismo con la figura de Jesucristo, ya que hay un antes y un después de su creación poética. La «antipoesía» cambia a través de sus construcciones poéticas: «Parra es capaz de matar la poesía», según Neruda.

Sin embargo, hay una relación evidente entre Parra y la poesía anterior. La sacralización es el proceso más estudiado por los críticos de esta época, ya que éstos viven un proceso de desacralización del propio poeta; aunque María Nieves Alonso afirma: «Más que de desacralización, yo hablaría de humanización del poeta»

Nicanor Parra humaniza la figura del poeta. Además, el antipoeta utiliza la «antipoesía» como método para crear. Se define al sujeto para definir este movimiento, donde hay un constante juego anafórico. Y aunque el consciente no es capaz todavía de asumir, de decir lo que percibe en ella, la ternura siempre está presente en las creaciones de Parra: «Humanización del poeta como un trabajador y contructor.»

La vergüenza y el aburrimiento están perfectamente ligados a este movimiento poético, debido a que la vergüenza es considerada un sentimiento revolucionario. Y estos dos términos hacen que la antipoesía esté en el proceso de humanización. Según el antipoeta chileno hay que humillar la poesía: «Si no se la ofende, hay que avergonzarla y humillarla en público.»


Mario Rodríguez, por su parte, ha afirmado que la poesía de Parra es una poesía que desconcierta y distrae al lector español. Parra rechaza el fenómeno o concepto de las oposiciones, de los binarismos. Es evidente el acercamiento de Parra al lenguaje popular de la cultura popular.



El hombre imaginario 
vive en una mansión imaginaria 
rodeada de árboles imaginarios 
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios 
penden antiguos cuadros imaginarios 
irreparables grietas imaginarias 
que representan hechos imaginarios 
ocurridos en mundos imaginarios 
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes tardes imaginarias 
sube las escaleras imaginarias 
y se asoma al balcón imaginario 
a mirar el paisaje imaginario 
que consiste en un valle imaginario 
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias 
vienen por el camino imaginario 
entonando canciones imaginarias 
a la muerte del sol imaginario 
Y en las noches de luna imaginaria 
sueña con la mujer imaginaria 
que le brindó su amor imaginario 
vuelve a sentir ese mismo dolor 
ese mismo placer imaginario 
y vuelve a palpitar 
el corazón del hombre imaginario 


«Hombre imaginario», Nicanor Parra.