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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Barroquiz(arte) literario novohispano.

El Barroco, nacido a principios del s. XVII (finales del XVI en Italia), sigue siendo la época dorada para las diferentes artes conocidas. Desde la arquitectura, pasando por la imaginería y llegando a la literatura, nos encontramos ante un Siglo, llamado el de Oro, que aportó a la cultura una historia artística digna de admirar.


Es considerada una consecuencia de las diversas crisis que sufrió Europa, principalmente por el Descubrimiento de América, además de los diferentes adelantos científicos como la circulación de la sangre, por Galileo Galilei, la teoría de la gravedad de Isaac Newton, o la confirmación de la teoría heliocéntrica por parte de Copérnico. Todo ello facilitó que el hombre dejase atrás el concepto de antropocentrismo y se centrase en lo estrictamente visual. Pero además de todo esto, encontramos una larguísima producción literaria a ambos lados del Atlántico: Calderón de la Barca, Lope de Vega, Tirso de Molina, Ruiz de Alarcón, Sigüenza y Góngora, o Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros, son también considerados representantes de esta época histórica, artística y literaria.
Durante dos días, tuve la suerte de asistir al Seminario «Pensamiento y literatura en el Barroco en el ámbito novohispano»[1], donde se habló de este período, centrándolo en figuras como Sigüenza y Góngora, Ruiz de Alarcón, y sobre todo, en Sor Juana Inés de la Cruz. Pero, ¿qué es lo literario en los textos novohispanos?

La literatura hispanoamericana comienza con los Diarios de abordo del almirante, y más tarde, las Relaciones de Cortés. El modo epistolar daba cuenta de lo que se veía y se percibía, desembocando, quizá sin querer, en relatos históricos[2]. Desde entonces, nos hallamos con cinco siglos de una producción literaria novohispana, que ha ido cambiando con el paso del tiempo, dando lugar a diferentes estilos.
En las primeras manifestaciones literarias americanas no se tenían en cuenta los factores para determinar textos literarios o no literarios; sin embargo, en la época barroca, la Inquisición era la crítica «enterada» de la literatura novohispana. Estaba formada por intelectuales que tenían conceptos que aplicaban, no sólo por temas religiosos, sino por temas literarios. Las obras debían ser útiles y deleitables. La principal misión de la Inquisición era fortalecer los dogmas de fe, tales como la Virginidad de María, la Santísima Trinidad, y el Señor en la Cruz. Por esta razón, había un gran trecho entre la escritura de un texto y su difusión.
En la Península hispánica, a pesar de que el discurso barroco se tenía como una contrarreforma, dando voz a la interdisciplinariedad, y como una reivindicación del estilo dogmático para solucionar el problema cismático de una España en constante evolución, en América se dio un estilo barroco propio.
La clase criolla comenzó a sentirse relegada en el s. XVII, ya que los puestos de poder eran siempre ocupados por peninsulares enviados por la Corona. De ese sentimiento de inferioridad iría surgiendo el germen de la identificación, con el único objetivo de diferenciarse de los españoles. Se llevaría a cabo una manifestación identitaria presente en todas las artes, pero especialmente en la literatura. La consecuencia de este tiempo reivindicativo es una poesía de circunstancia.
Los criollos exageraron los códigos culturales de la Península[3], pero al mismo tiempo, e inevitablemente, las herencias prehispánicas se fueron filtrando en las artes, dando lugar a un barroco cuya exuberancia superaba, con mucho, al Barroco español.
Cuando se habla del Barroco de Indias nos referimos al nuevo contexto americano. Se convierte en un modo de expresión ideal para mostrar en la literatura la extrañeza de ese nuevo Mundo, donde, desde su descubrimiento, se había creado una estética de lo maravilloso.
Es muy difícil destacar una sola figura en esta época literaria, pero destacan éstas:
-          Juan Ruiz de Alarcón (1580?-1639), quien desempeñó todo su trabajo en España, abriéndose camino entre los grandes dramaturgos españoles.
-          Luis de Sandoval y Zapata (1620?-1671). Su percepción alrededor de la muerte, además de cuestiones metafísicas y filosóficas, parecen muy interesantes para los críticos.
-          Carlos de Sigüenza y Góngora[4] (1645-1700) es un ejemplo de erudición en muchos de los aspectos literarios, históricos y filosóficos. En Alboroto y motín de los indios de México (1692) nos muestra el constante espíritu de conservación, de enfrentamiento al conocimiento para entender el mundo en el que se vive.
            Pero, sin duda, la figura más destacada del barroco novohispano es la de Sor Juana Inés de la Cruz (1648?,1651?-1695). Sor Juana es una de las incógnitas de la literatura novohispana. Su discurso puede chocar con el discurso masculino, lo que puede desembocar en las misoginias y envidias. Esta creadora de literatura estaba muy adelantada a su tiempo, un tiempo en el que había un retraso literario y cultural muy fuerte.


La biografía de Sor Juana explica mucho de su obra y se refleja en buena medida en ella. Al acercarnos a ella, encontraremos aspectos problemáticos y se nos permitirá acceder al sentido profundo de su obra. La interpretación está en el carácter único de su producción.

             



[1] Impartido por el doctor Alberto Ortiz (Universidad de Zacatecas).
[2] En aquella época no había diferenciación entre lo que era literario y lo que no.
[3] Una manera de diferenciarse de los indígenas.
[4] Constructor del mito guadalupeniano

jueves, 6 de noviembre de 2014

Una reflexión práctica sobre las teorías de la educación

      A lo largo de este comentario de texto, haré una comparación acerca de las adaptaciones teórico-prácticas en la educación impartida a adolescentes. Para ello, tomaré como referencia los textos Psicología evolutiva, Ausubel y Hanesian (1990), Psicología evolutiva, A. E. Woolfolk (2006); así como el texto de Rivas.
            «¿La buena enseñanza es una ciencia o un arte, una disertación centrada en el profesor o un descubrimiento centrado en el estudiante […] Un buen profesor es un buen explicador o un buen interrogador?»[1] Todas estas preguntas las plantea Woolfolk en Psicología evolutiva (2006), pero  se las han ido haciendo, tanto psicólogos como profesionales de la enseñanza, dando diferentes versiones sobre la misma.
La definición de educación y el cómo aplicarla es algo complicado teniendo en cuenta, por ejemplo, estos factores:
En campos como el de la educación, el problema de la generalidad es todavía más complicado por el hecho de que los problemas prácticos a menudo existen a niveles de complejidad más elevados con respecto al orden de la fenomenología involucrada, que los hallazgos de las ciencias básicas que se pretenden aplicar […] y los métodos de aprendizaje que los niños emplean para aprender por repetición listas de sílabas sin sentido en el laboratorio no corresponden necesariamente a los métodos de aprendizaje que los niños utilizan en las aulas para adquirir partes importantes de la materia de estudio.[2]

            Según Ausubel, el aprendizaje es una capacidad de recepción que tiene el sujeto para la asimilación de un nuevo material. Su contenido está bien organizado: en secuencias, y con unas conclusiones. El conocimiento se adquiere a través del lenguaje[3]. En su teoría, el aprendizaje se basa en lo general, pasando posteriormente a lo específico: «A nivel aplicado, se agregan fines y condiciones específicos que reclaman más investigaciones para indicar la manera precisa como operan las leyes generales en el caso particular. Esto es, la aplicabilidad de los principios generales específicos no está dada en el enunciado del principio general, sino que debe hacerse explícita con respecto a cada problema individual.»[4].
            Por el contrario, Rivas afirma que:
La Psicología de la Educación (PE) tradicionalmente ha tratado de lo particular de la Situación Educativa, haciéndola equivalente a la aplicación de conocimientos psicológicos y pedagógicos, o también definida como la práctica educativa. La forma de descender a esa práctica ha sido deductiva: de la teoría a la práctica; del conocimiento general al particular. Pero las teorías y principios generales no vienen directamente de la propia Psicología de la Educación, sino de otras áreas (Psicología General, Personalidad, Diferencial, Social, etc.). De esa manera, la SE es el escenario donde se vierten las aportaciones y principios que vienen de otras áreas de conocimiento, y que se toman para explicar y mejorar lo que acontece en el proceso E/A.[5]

Es decir, se basa en un proceso inductivo por parte del sujeto; ir de lo concreto a lo general: «La propuesta viene del convencimiento de que una metodología inductiva puede plantearse como una alternativa en la construcción del conocimiento científico que necesita la Psicología de la Educación. Con las cautelas que sean precisas, con los esfuerzos y el tiempo por delante, entiendo que se trata de adecuar lo que las ciencias han hecho en su génesis.»[6]
El paso de la teoría a la práctica se fundamenta, según este libro, en «retroalimentar las tres instancias de conocimiento»:
Trabaja con la realidad en la que tiene lugar la educación escolar, la Situación Educativa, y de esa realidad es necesario obtener datos, lo que conlleva la existencia de un adecuado marco de fundamentación teórica y una metodología que respete la idiosincrasia de los datos, se aplique a una realidad acotada como práctica. La información así obtenida puede ser capaz de retroalimentar las tres instancias de conocimiento: la teoría, la metodología y la práctica. [7]

Por otra parte, según Woolfolk, «los psicólogos llevan estudiando la manera en el que los niños piensan y sienten, cómo ocurre el aprendizaje, qué aspectos influyen en la motivación y cómo la enseñanza afecta al aprendizaje.»[8].
Siguiendo estas pautas, obtenemos dos puntos de vista acerca de la manera de transmitir los conocimientos. Por una parte «un profesor eficaz revisa, explica, verifica la comprensión y, en caso necesario, vuelve a enseñar manteniendo siempre el nivel de dificultad y el ritmo de la forma correcta, para lograr que los estudiantes continúen aprendiendo»[9]. Por otra parte, sin embargo, «otros educadores consideran que la característica principal de un profesor excelente no es la capacidad de aplicar teorías, sino la habilidad de ser reflexivo […] Así, la enseñanza es tan compleja que debe reinventarse con cada nuevo tema y cada nueva clase. Los buenos profesores no son “sabios en la tribuna” que arrojan conocimientos, sino “guías-compañeros de sus alumnos”.»[10].
Teniendo en cuenta todas estas hipótesis acerca del paso de la teoría a la práctica, ¿cuál sería el método más adecuado para obtener mayores resultados, y con mejor calidad? En mi opinión, todo método es bueno, siempre que se sepa utilizar bien.




[1] Woolfolk, A. E., Psicología Educativa, Madrid, Pearson Eduaction, 2006, pág. 7.
[2] Ausbel, D., Novak, J. y Hanesian, H., Psicología Educativa. Un punto de vista cognoscitivo, México, Trillas, 1990, pág. 30.
[3] Éste puede ser escrito, kinésico, oral…
[4] Ausbel, D., Novak, J. y Hanesiand, H., op. cit., pág. 30.
[5] Rivas, F., El proceso de Enseñanza/Aprendizaje en la situación educativa, Barcelona, Ariel, 1997, pág. 84.
[6] Idem, pág., 85.
[7] Ibidem.
[8] Woolfolk, A. E., op. cit., pág. 7.
[9] Ibidem.
[10] Ibidem